Si el corazón pensara, se detendría.
La primera vez que te vi tuve ganas de abrazarte.
Un nenito que pedía upa.
Nada de coger y esas pavadas.
Dormir contigo, en el sentido más honesto de la palabra.
Qué el 104 siguiera de largo, sin respetar recorridos, horarios ni paradas.
Levantarnos en Brasil, desayunar banana frita y reirnos sin pensar en nada.
Saber tu nombre, la historia de esa cicatriz debajo del labio y ponerle nombres a todos los lunares de tu espalda.
Yo después te hablaría de mi. Te contaría todo lo que me aterra y disgusta, y me quedaría desnudo con la camisa transpirada.
Una música sonaría, imperceptible al principio.
Audible sólo después, cuando ya la estuvieras bailando y me invitaras.
Los músicos no bailamos.
Los cobardes son los que no bailan.
Dale, vení! Que vengás! De venganza.
Por todas esas veces que quisiste ser y no fuiste.
Pica por mi y todos los Henry. Todos salvados. Todos acá.
Flaco, flaco...no oís? Me bajo en la que viene, dejame pasar boludo.